La Rubia

La Rubia
La salida que une la autopista del Oeste con la Del Sol en dirección al norte, es una gran curva donde se anudan tres tramos. Una especie de tobogán de agua que lenta e inexorablemente deposita a los autos en otro lugar imposible por transitar.
La Rubia venía escuchando música electrónica y tomó ese gran brazo colgante y se deslizaba suavemente hacia abajo.
A un cuarto del recorrido, la música se apagó. Fatalmente todo se apagó, el motor y cada instrumento necesitado de electricidad quedó en un triángulo de las Bermudas y nada más funcionó. Todo excepto el sistema de frenos que se activó y dejó al auto estacionado y pendiendo de ese arco carretero.
Sin mucho movimiento, tomó el celular de la cartera y llamó al seguro del auto. Pidió la grúa para el acarreo.
Una voz, muy amable y comprensiva le explicó que solo podía entrar en la autopista la grúa de la concesión vial.
Con la misma calma anotó el número donde debía llamar.
En la administración de la Autopista del Sol le comunicaron que ese tramo pertenecía a la Central.
Una nueva conversación con la gestión de ese trecho, fue un nuevo revés. Le dijeron que pertenecía a la Autopista del Oeste.
Por fin el último llamado y allí quedó perpleja. Sin encontrar explicación alguna, la señorita le dijo que ese recorrido no correspondía a esa organización y que lamentaba no poder enviarle el auxilio mecánico.
Al cortar la comunicación, un extraño silencio se apoderó del vehículo. Desconcertada y preocupada, pensaba como sacar ese auto frenado en la curva.
Bajó del coche y dio varias vueltas como intentando un ritual desconocido.
Hizo algunos ademanes a los autos que pasaban junto y sintió la sensación de ser parte del paisaje.
Desconsolada y temerosa por el inicio de la noche, se apoyó en la puerta trasera y hacía unas tímidas señas sin lograr ser vista.
De pronto apareció un  camión. Uno de esos camiones de carga lateral de la cervecería Quilmes. El conductor vio el auto y calculó que no daba el espacio para pasar.
El camión frenó y detrás comenzó una tímida fila.
En un principio, La Rubia  sintió una leve amenaza al ver acercarse a esos tres hombres. Tres muchachos intrigados que se aproximaron para saber que pasaba.
La Rubia les explicó y ellos se quedaron mirando más las curvas de los ojos que la del camino.
Ella lo sintió y lentamente comenzó a apreciar un valor y confianza que hasta ese instante estaban completamente desaparecidos.
Estos trabajadores, acostumbrados al peso constante de los cajones de cerveza, no lo dudaron, y con la misma delicadeza que se tiene al tomar una prenda íntima y extremadamente liviana, llevaron el auto hasta el final de la bajada. Incluso un poco más.
La Rubia se había quedado charlando con el chofer del camión.
Al regreso de los fortachones, uno de ellos le dijo:
-         Rubia… ¿Cómo pensás salir de acá?
Ella, sin siquiera decir una palabra, saltó a la cabina del camión pensando: "No está mal la tardecita para una cerveza bien fría"
Alejandro Nevio Lemos
 

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