Hay una mujer,
transita para agotar el día
entre fronteras abandonadas
deslizadas por ingleses y franceses.
Arrastra los ojos secos
hundidos en su arenal,
en una mano una maleta
llena
de su vida, de su pasado;
en la otra
un niño asustado
vencido como la maleta.
Esa mujer deserta
con paso cansino y moribundo,
no entiende de naciones
ni traiciones,
no entiende de idiomas y costumbres,
tampoco entiende, de órdenes
y desórdenes.
Hay una mujer perdida
en un vacío teñido
sórdida respuesta de guerras pasadas,
un reflejo de sol vencido,
una esperanza diminuta
para seguir adelante.
Alejandro Lemos 5 de Abril de 2011
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