Tengo firme el recuerdo
en mi memoria, de mis años de la escuela primaria y secundaria, en las fechas
patrias. Atento, sensible y en posición de escucha para oír nuestro Himno Nacional.
Un fatigado disco con una
sola cara, surcó los aires de los colegios con una música, estridente, marcial,
repetida hasta el cansancio a través de los años.
Sumado a esto, la
uniformidad en el concepto rítmico, fruto de la única ejecución, que fuera
realizada por una banda militar. Producto de la época y de la estrecha voz
popular.
Durante los primeros años
de los ochenta, Charly García lanzó, trasgresor, una nueva versión con matices
rockeros.
La controversia. El
discenso en la sociedad. Las manifestaciones de agrado o contrariedad. Fueron
los primeros atisbos para reconocer el enojo en unos, la indiferencia en otros
y en una buena mayoría, un primer intento por preguntarse ¿Por qué no?
Lentamente, como pidiendo
permiso, fueron apareciendo las versiones de Jairo y también del tenor Volonté.
Entonces, algo se fue
flexibilizando en mí. También la percepción de los demás avanzaba sin recelos
significativos. Parecía que algunos intentaban darle espacio a lo nuevo.
Hoy podemos encontrar una
gran cantidad de versiones de nuestro Himno Nacional. Desde Juanjo Dominguez
con su guitarra criolla hasta la adaptación de Los Piojos. Entre Soledad con
poncho incluido, Los Auténticos Decadentes, y los Sultanes; hasta las
impecables cintas de Mercedes Sosa o las grabaciones especiales que se
realizaron en radio Nacional y que cada noche nos deleita con una
interpretación distinta.
Puedo decir que algunas
son agradables a mi oído y otras están distantes de mi gusto. De todas maneras,
lo importante radica en la aceptación
del otro.
La aceptación de una variedad
de culturas que vistas desde cerca parecen disímiles y puestas en la superficie
de nuestra patria, hacen al Ser Argentino.
El entramado cultural de
estos doscientos años, no tiene un solo himno nacional como resultado de
nuestra historia. La argamasa de barro y agua que construyó el primer adobe,
hasta la jarra de arcilla que todavía está horneándose, son fruto de la misma
tierra. Muy distintas, aunque semejantes en la esencia.
Entonces, en la
diversidad de matices y tonalidades, en la apertura de nuevas propuestas culturales
y en el pleno intercambio de conocimientos, podremos aceptar que entre todos
conformamos el Pueblo Argentino.
En el futuro, ojalá que
broten tantas versiones de nuestro Himno Nacional como retoños después de la
lluvia. De esa forma, aceptarnos en la pluralidad, tal cual fue el ideal de los
revolucionarios de Mayo.
Alejandro Lemos
nevioalejandrolemos@gmail.com
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