La amistad ese río



Hay un río que nace muy cerca de la infancia. Con pequeñas señales de movimiento, como vertientes frescas, se va creando el río de la amistad.
Nos echamos al nado, con la ingenuidad de la niñez, con algún vecino del barrio o un compañero de colegio.
Braceamos en alguna tarde fresca para compartir las experiencias y las emociones.
A medida que nadamos, vamos reconociendo varios compañeros de viaje, que amigables, se unen a nuestra travesía.
Juntos vamos reconociendo los meandros  y las sinuosidades. Los paisajes y atardeceres. Las melodías y los placeres.
Por alguna razón esa parte joven del río, presenta tantas fotografías deliciosas, con cumpleaños efervescentes y multitudes a la hora de un picado.
Entonces, alguno de esa red de esforzados nadadores, atisba una playa donde descansar. Ante el pedido, algunos acceden en acompañar y solearse en la playa desierta. Otros, sin embargo, continúan el nado, a veces solo, otras con algún conocido del grupo.
Pasarán tantas interrupciones, tantos descansos necesarios y rigurosos nados. Pasarán los recodos del río y las puestas de sol.

Pasará también, que desearé abandonar el río para tirarme en la arena de otro tiempo y otra salida.
Por último, podrá ser que cuando regrese al río, encuentre nuevos amigos o con extraña sorpresa, reconozca a uno que pataleó en los comienzos conmigo.
Tantas vueltas tiene este río, tantos soles por venir. Algunos con amigos del principio, otros, recién zambullidos.

Alejandro Lemos
nevioalejandrolemos@gmail.com

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