Hace días, siento que se fue gestando un sonido reverberando
en mí. Un trueno sordo y profundo, ronco y distante, oscuro y viceral. Un
trueno que pareció de media noche, entre la vegetación exuberante que regala
diciembre. Un sonido de tantos gritos acallados, augurando tanta lluvia como lágrimas sin sol.
Con el temblor adentro, con el movimiento de mi corazón sosteniéndose
en una oscura bocanada de agitación, me fui acercando a tanto enojo, como la
noche a las estrellas. Sigiloso, anduve pensativo para reconciliar mi paz
interior.
Recostado en el piso entre almohadones, fui abriendo los
secretos del mago que habita en mi. Aparecieron candorosos los sonidos de hace
años, las voces de aquellos que aún no extraño. Palabras y timbres que se asocian
a sentimientos y tiempo de devenires.
Entonces, el disgusto que tengo con vos, lo fui mordiendo
con mandíbulas apretadas, con los puños crispados y la mirada atónita.
Pude encontrar que hay una hermosa irritación de mi ser,
de mi persona y mi humanidad, contra vos. Contra todo vos.
Para lograr sacar esa piedra del volcán, y transformarla
en placer, remonté ríos de recuerdos, cascadas de emociones y remansos de
miradas. Conquisté los detalles de estos años con la perfección del
coleccionista y avancé en mi búsqueda, como un cazador decidido a enfrentar su
miedo.
La batalla final se dio el viernes 12 de Diciembre entre
San Isidro y Belgrano. Necesité decirte mi pena, el dolor que avanza en el
cuerpo y cuanto mal me hace si no te lo entrego.
Como verás, nunca te lo dije. Es posible que si, que no
me atreví, que pensé que pasaría y volveríamos a permanecer. Pero no se dio,
pasó lo que pasó y eso me dolió.
Hace tres años cuando entré, pensé que iba a estudiar, a
completar el ser y abundar en detalles para entonces crecer. Claro que había
máscaras (aún tengo varias), las usaba para rescatar un lugar, una silla vacía
o una pesadilla de mi pasado.
Sin darme cuentas pasé del ser al permanecer, del
individuo al grupo, del soliloquio a la maravilla de Motzart.
Ahora, desde las hendijas de mis recuerdos, te siento a
mi lado, en tu tiempo, en el mío. Conectando lazos de presentes y habitando un
espacio común. Estuviste en cada sombra que reposó en los rincones, en las
palabras que se hamacaron como niños, en los silencios de lo desconocido y lo
conocido también.
Yo hice lo mío, me entregué al nado de vivir un momento
contigo, de estremecer mi cuerpo en un abrazo con el tuyo, de escucharte y
aprender de la escucha.
Crecimos, claro que crecimos. Como el níspero del fondo, no
somos los mismos. Dimos frutos en palabras y sentimientos, en bromas y
silencios, en un tiempo compartido.
Entonces, llegó el día. La fatídica mañana que me
enrojeció el disgusto. La furia de saber que esto se acaba, que el sol es
finito.
El verte sonreír, alegre de mil días de destellos, feliz
de terminar la jornada y sabiendo que has sembrado con tus manos, con tu orgullo
de haber permanecido como un susurro de tantos años. El mostrarte así activó el
detonador de mi bronca
Mi enojo (y esto es después de haber revuelto el cajón
del mago), está dispuesto a decirme que me duele. Me duele el duelo por venir,
me duele el no habitar lo que construimos juntos; ese espacio indefinido de calidez
humeante, el plácido conocimiento que
mañana ibas a estar.
Esto se acabó. Finalizó de la mejor manera, vivió en
esplendor y ahora murió. Lo que me duele también, es la muerte del fulgor de
los mil días de estar acodados en nuestros lugares.
Ahora te quiero confesar que el lunes no me dolerá más.
El lunes renacerá en mí una luz que iluminará nuestros caminos en adelante. Tal
vez nos veamos más seguido, charlaremos y disfrutaremos cada presente. El
lunes, será el comienzo de un nuevo ciclo. Una llamarada de vida que nos
mostrará renacidos en nuestra relación. Distinta. Otra. Atildada por nubes de historias
en común, segura de ser una nueva historia
En esta re encarnación de hechos, de lugares y
sentimientos. Me encuentro ante el definido renacimiento y sale de mi boca una
bocanada antigua de fuego, y se detiene en mí el corazón de la pérdida y avanza
una brisa cálida que me eleva hacia el mañana
Mañana seré persona y vos también lo serás. Disfrutaremos
desde otro lugar. Y nos abrazará otro sol para aunarnos en nuestro nuevo permanecer
Alejandro Lemos
12 de Diciembre de 2008 .
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