En otoño, esta hermosa época para vivir,
donde la naturaleza toma sus fuerzas para el constante recomenzar. En este
momento es cuando a diferencia del común de los mortales, me lanzo a mi sillón
favorito a pensar en el futuro.
Esta tarea que parece fácil, está plagada
de inconvenientes que se suceden por el solo hecho que no creo en el futuro.
Si el futuro es un que vendrá inesperado y
donde no tengo el control de esos sucesos, puede que esto esté más cerca de mis
pensamientos; ahora, si el futuro es una consecuencia de los presentes que
vivo, y la suma de esos presentes me conducirán a mi futuro, esta fórmula la
siento todavía más acertada que la anterior.
Entonces, ¿Cómo puedo pensar en el futuro
si el futuro no existe? Una posibilidad que encontré, fue la de colocarme en mi presente y diseñar caminos
en el aire, que con el solo hecho de estar en evanescencia, no son reales.
Diseñar estos senderos son un juego para mi imaginación.
Se van haciendo más complejos mis
pensamientos si pongo en el tapete la realidad que he comenzado una carrera de
tres años y recién voy por el primero.
De todas maneras, a pesar de cualquier
iniciativa a largo plazo, o una cita en el espacio programada para dentro de
diez años; sigo insistiendo que el futuro no está en mi mente.
Por lo tanto, este ejercicio lúdico de
imaginar situaciones que puedan pasar en el futuro, son una muestra del niño
interior que llevo adentro y la resultante de lo conforme que estoy con mi
presente.
Esta descansada construcción de ideas, me
llevan por las carreteras más deseadas y sin poner carga alguna, me permiten
disfrutar del helado, camino a la heladería.
Relajado, en el silencio de mis
pensamientos, me discurro en tantas
posibilidades de vivir y disfrutar como colores tiene la paleta del pintor. Se
agolpan en mí los aspiraciones personales, laborales y cuantas otras se
confundan en mis sueños.
Luego de tan hermosa recorrida por las
pinturas que se pintarán por mi imaginación, aireado por esos vientos que
quizás nunca conoceré. Me relajo por un tiempo para reconocerme en este presente
que estoy viviendo, y comienzo a disfrutar del último paso para volver de mi
futuro.
Presente en mi presente, sentado en mi
sillón, dejo discurrir esas películas, ahora desde el recuerdo de donde estuve
o para ser más preciso a donde me gustaría estar.
Finalizado este período de fantasías, comienzo a
preguntarme desde el hoy, donde me gustaría estar dentro de el futuro que me
rodea y como hago para llegar a ese
futuro si eso no es posible.
El paso postrero que doy, es el de registrar con
precisión cual de todas esas avenidas me llevan a el lugar que quiero estar,
ponerla como una fotografía hacia adelante y con memoria del futuro mantener
esa imagen, recordarla en el momento que fuera a suceder en los presentes que
vendrán.
Por lo tanto, cada
día que comienza estará impregnado de esa memoria y tendrá las desviaciones que sucederán a
cada paso y el empuje por llegar a esa meta estará sostenido por la realidad de
disfrutar el presente.
Alejandro Lemos
5 de Junio
de 2006
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