Del pasado a mi sillón



Esta mañana, sin previo aviso como pasa siempre en estas cosas; me preguntaron ¿Cómo estaba?, y también siguiendo un impulso cotidiano, contesté: ¡Muy bien! Algo tan trivial y rutinario, que en la mayoría de los tiempos no nos detenemos  ni siquiera a saber que contestamos.

Todo esto habría pasado desapercibido, si no estuviera abocado a vivir el presente desde el lugar que hoy me toca estar parado.


Claro que uno no se estanca a reconocerse mientras está sacando el boleto del tren; pero si puede usar el tiempo de espera para reflexionar como estoy hoy, que me moviliza, donde me siento  fuerte y donde no. Es un ejercicio que efectúo con frecuencia y me hace sentir bien.

Luego de ese matutino saludo amistoso, que era con mi cirujano de ojos, a quien conozco y respeto desde hace años, y me une una relación de compañerismo con él, dado que los dos estamos luchando por que algo de esta vista recupere más funciones.

La perplejidad me invadió cuando luego de la revisada, encontró ciertas dificultades que no estaban previstas, y un ánimo desconsolador se apoderó de mí, interrumpió mis pensamientos y tuve una necesidad imperiosa de sentir.

Llegué a mí casa y decidí sentarme en el sillón del escritorio, para que mi cuerpo me indique que se me estaba escondiendo; donde se ocultaba y que era ese sentimiento que me afloraba en una desazón tardía..

Dado que cuando sueño, recuerdo con nitidez que mi vista es normal, pensé en usar mis ojos, para que ellos mismos se examinen y se encuentren con todos los órganos para ver si encontraba las respuestas.

Como una extraña ilusión, comenzaron un recorrido no establecido, y en ese libre albedrío se instalaron en mi cabeza, mirando hacia adentro.

Observando atentamente mí lado izquierdo del cerebro, se encontraron con la decepción y el exceso de expectativas que estuve colocando en esos lugares los últimos días,; entonces se dirigieron hacia mi lado derecho, donde ante semejante carga lo estaba esperando una innumerable cantidad de palabras que en definitiva iban a construir este escrito.

Sin lugar a dudas había encontrado el pensamiento que me mostraba taciturno, pero el dolor, el dolor no estaba a la vista. Fue entonces que mis ojos se corrieron hacia mi garganta, allí vieron algo que reconocieron de inmediato; los gritos y quejidos de mis hijos instantes después de que ese auto nos atropellara y se ahogaran esos alaridos entre tanta confusión que tuve. Claro que también pudieron ver mis ojos los clamados en defensa del sufrir de ellos, y los aullidos que mantuve durante años ahogados en mi garganta.

Sin dejar escapar un suspiro, mis ojos se fuero hacia los pulmones, sin saber que buscar, encontraron un aire ascendente que me hizo sentir fresco y vivo. Esa ráfaga de caricias me hizo ver que mi pasado, cualquiera que hubiese sido; y aún más el que viví, fue lo mejor que pude hacer en aquellos presentes que hoy conforman mi vida. Llena de placer y sufrir, como cualquier vida. 

Ahora que lo Veo, que el tiempo es relativo y que el disfrutar está rodeando este presente que me toca vivir, estaré más atento a registrar esos momentos y no generar esperanzas donde el control se transforma en un ser dañino y el estar libre me permite remontarme y desplegarme aún más de lo que creo.

Alejandro Nevio Lemos

20 de abril de 2006

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