Me pasa que las cosas que se tornan normales
pasan cerca mío, se estacionan o inclusive se incrustan en mi ser y
siguen siendo normales.
La pobreza por ejemplo. A cada paso de un día
de recorrido, encuentro pobres. En el primer contacto, se sucede un golpe, en
el segundo, una continuidad. En el último contacto del día, hay una voz que me
dice: en este país hay muchos pobres, es normal que te encuentres con varios de
ellos!
Entonces estoy “normaleando”. Haciendo un
continuo de lo normal. Como enredado en un espiral recursivo, hago normales
tantas cosas.
Para salir de esta posición incómoda para mi
estar, trato de abrirme a la contradicción. Quedarme en la contradicción es
aceptar el cruce de carreteras, reconocer las diferencias, abrevar en las
tonalidades.
Permanecer en la contradicción es “contradicciando”
el día. Es seguir cavando en la aceptación aunque el pozo parezca seco.
“Contradicciando” la normalidad, el enojo se
aligera, la responsabilidad se agranda y la humanidad se agiganta.
Sostener la contradicción, es pararse frente
al ventarrón. Afirmarse de tal manera que los pies sostengan el ser y el si mismo
revise las miles de habitaciones que conforman el consorcio de mi yo.
Entonces hay pobres. Y evitando el “normaleando”,
como si me mirara la renguera, me quedo como un mimbre ante la contradicción.
Seguro en el mismo lugar y flexible para recorrerme.
Pasará que, algo sucederá y la contradicción
en sí me moverá a hacer algo.
Alejandro Lemos
Alejandro Lemos
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