Día internacional de la mujer
8 de marzo de 2020
Para recorrer el camino del deseo, ese resplandor que impulsa al anhelo hacia una búsqueda que necesitará satisfacerse, tendremos que hacer un recorrido por el cuerpo ya que ese es el lugar donde habita el deseo.
La dimensión del cuerpo no está restringida a la superficie visible, la forma de la anatomía o la cobertura de la piel. El cuerpo tiene una dimensión que abarca mucho más allá de estos límites y conquista una dimensión política, una dimensión filosófica, una dimensión económica, otra emocional y perceptual, entre tantas como podría abarcar la dimensión social.
El cuerpo es una multiplicidad de relaciones organizadas y en ese inmenso y maravilloso campo de fuerzas en relación y en tensión habita el deseo.
Las personas entonces pueden tener un mismo deseo que resida en una de estas dimensiones y constituir un colectivo, de esta manera el deseo se ubica entre los intersticios de cada persona que empujados, avanzarán para satisfacer ese anhelo.
A medida que la construcción del deseo crece y se relaciona con otro colectivo que está estimulado por otro deseo, se provoca una tensión y una medición de fuerzas.
El filósofo Gilles Deleuze considera al deseo como una construcción que en lo referente a las personas, actúa directamente sobre la identidad del ser.
El patriarcado, tan sensible a los designios del sistema capitalista modeló una identidad de hombre y una identidad de mujer donde, especialmente las mujeres, quedaron atrapadas en un lenguaje y el deseo quedó inserto en ese sistema.
De esta forma y en este sentido vertical nada se podía alterar y entonces los deseos tenían que ser afines a ese modelo impuesto. Por ejemplo la mujer tenía que ser ama de casa, madre y esposa eficiente. La mujer tomó como para sí, que esos eran sus deseos.
La revalorización del lenguaje del ser en el cuerpo del colectivo de mujeres logró una identidad colectiva.
Una nueva identidad que eliminó la disyunción “o” (hombre o mujer) y pudo integrar la conjunción “y”.
De esta manera hoy con gran vitalidad hay cientos de colectivos feministas que aplican la “y”, que aplican la “y”… y que aplican la “y”… en infinitas experimentaciones que les permiten seguir construyendo esta identidad en rizomas.
De esta manera la construcción del deseo no es una imposición del patriarcado sino una búsqueda para encontrar un lenguaje del ser propio y así, integrados en cada colectivo, la construcción del deseo será propia de cada grupo para seguir mujereando.
Alejandro Nevio Lemos
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