Reflexiones de un Wichí
Conozco mi bosque. Lo conozco perfectamente.
Sé dónde encontrar el agua, dónde y cuándo aparece la miel
en un tronco abierto. Sé cómo caminar de día y dormir en la noche.
Reconozco los animales, los sonidos sugestivos y los colores
de la espesura.
Mi bosque es mi hogar. Vivo en él y nos necesitamos
mutuamente.
Desde hace miles de años que conocemos el bosque y
sobrevivimos con él; entre el agua, el sol y la tierra.
Las lunas tienen nombres que le pusieron mis ancestros. Somos
parte de la naturaleza y nos respetamos mutuamente con todos los que la
habitan.
Conozco algo de tu bosque. Conozco ciertas normas y
entramados de tu bosque.
Sé que si entro a una farmacia retiro un número y espero. Sé
que le entrego un papel que me dio el médico y luego de pagar con tu dinero,
me entregan un medicamento. Lo sé.
Apenas conozco algunos rituales de tu bosque y por lo tanto,
apenas puedo sobrevivir en tu bosque.
Me gustaría que conozcas más a mi bosque, quizás tanto como
conozco el tuyo.
Eso es solo un gusto, que conozcas mi bosque no resuelve el
problema.
El problema es que mi bosque se reduce, cada día merma su
tamaño y no entrega todo lo que necesitamos.
También observo que tu bosque, tan distinto al mío, tampoco alcanza
para todo lo que estás necesitando.
Tu bosque cambia tanto como el mío. Ambos sentimos que
nuestros bosques ya no son lo mismo.
Posiblemente sea por esto que quiero que conozcas mi bosque,
para encontrar puntos de confianza en lo que ambos necesitamos. Un idioma
común, un sentido a la tierra que se
desgasta, un respeto normal entre personas que habitan distintos
bosques.
Alejandro Nevio Lemos
27 de Febrero de 2016


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