Una vez más la tierra, nuestra casa, está por dar una vuelta completa al sol. Una
vez más, avanzan sobre nosotros los conceptos de final y comienzo. Como si cada
año debiéramos hacer un arqueo de buenas y malas, arriba y abajo, lindo y feo.
Un balance de dos columnas que parecieran anular los matices
y percibimos descoloridos cada paso que hemos dado.
Una necesidad de parar, de frenar la marcha y quedarnos en una frontera del tiempo.
En alguna parte antigua de nuestro cerebro primitivo, se
instaló y se activa con mucha facilidad, las sensaciones de peligro, la
amenaza, el siniestro. De alguna manera estamos preparados por esta arcaica
irreflexión a la fatalidad y la adversidad.
Solo basta mirar los noticieros de cualquier parte del
planeta y veremos con seguridad la insistencia a la noticia penosa y dramática.
Inmediatamente recibida por nuestra mente, los pensamientos se agolpan en un
sistema de defensa como una muralla medieval.
Se activan rápidamente alarmas, como un ser prehistórico en
su cueva, desnudo de luz y amenazado por sombras.
Este ciclo astral que para los occidentales nos detiene el
31 de Diciembre, y que para distintas culturas, realiza el corte en diferentes
momentos del año, nos pone en un estado de balance y cavilación sobre el antes
y el después.
Por unos días, quedamos insertos en una trama espesa de
recuerdos y sensaciones del último año. Un recuento de evocaciones con los
dolores y penas de lo perdido. También, podremos encontrar los estallidos de
felicidad que han acontecido en el mismo período
Una sucesión de fotografías, irán apareciendo hasta llegar a
las 23:59 del último día del año. Como en un tobogán fatal, se mezclarán lo
vivido hasta destapar la primera botella espumante.
Luego, aparecerán infinitos deseos y augurios. Una catarata
de intenciones y objetivos. Un mar de situaciones plácidas y confortables una
galera de mago para sacar el conejo de la felicidad en ese día.
Contrariamente, la felicidad es una construcción. Una
delicada y constante intención por permanecer en ese estado.
Una persona en búsqueda de la felicidad, estará con las
mangas de la camisa enrolladas, pico y pala en el adobe de la vida, armando
delicadamente cada ladrillo.
Trabajará diariamente para cimentar la felicidad. El rumbo del
camino se formará con los planos de la intención.
La felicidad no está detrás de un arco iris mágico, más bien
es el producto de una pertinaz exploración y el armado de la obra.
En estos días de fiesta que nos regalamos tanto amor, deseos
de paz mundial y una armonía universal, te propongo que no te detengas.
Te propongo que no te detengas en tu construcción diaria, te
propongo que juegues que cada día es una celebración, un aniversario o una
festividad.
Te propongo que avances en tu calendario y continúes la
construcción. Abraza a tu vecino un 14 de Abril, que le declares el amor a tus
hijos, fuera del cumpleaños, revisa tus
enojos con tu hermano y ayuda al otro, por ayudar y nada más.
Cada día un adobe, cada día una argamasa, y la pared de la casa
estará firme y rebozante de felicidad.
Entonces, cuando arrecien los vendavales, y se lastimen
partes de mi hogar, buscaré en cada célula mía, los elementos necesarios para
seguir adelante.
Mi propósito definitivo en la construcción de la felicidad
es la de morir amando.
Alejandro Lemos
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