Con tu escrito, querido
Claudio, me pregunto acerca de la memoria.
No estoy hablando de la
memoria de la cabeza, esa que acierta con los números de teléfonos instalados
en el pasado. Tampoco con esa memoria empantanada en imposibles modificaciones.
Mi intención es poner en
marcha la memoria del corazón, esa que me permite recalar en los hechos de
dolor y atravesado ese espacio, estar atento a los sucesos del pasado que
refieren en el presente.
Este, mi querido país, ha
realizado grandes pasos para mantener esa memoria activa. A pesar de ello,
todavía faltan niños secuestrados por encontrar. Aún no se conoce responsables
por la voladura de la embajada de Israel y la AMIA.
Este tipo de memoria, me
mantiene un candil encendido para no necesitar hacer un nudo en el pañuelo.
Durante la guerra civil
española, muchos países de Latinoamérica tuvieron participación destacada.
Neruda en Chile, en sus
tiempos de Cónsul en Francia, cargó un barco con refugiados, en especial niños.
Todo esto con el disgusto de sus propias autoridades.
En Méjico, se crearon
barriadas para poder recibir a tan grande contingente de personas injustamente
castigadas por vivir o pensar en forma diferente.
En Argentina, hemos
recibido a miles que llegaron a estos pagos con una mano atrás y otra adelante.
Todavía se conserva en el
café Tortoni de la avenida de Mayo, la mesa donde se sentaba Lorca. Otro frío
testigo de otra injusta muerte.
Entonces, la memoria por
la justicia es para mí, una memoria activa. Una forma de restaurar en el
presente, con juicios dentro del estado de derecho.
Por último, este tipo de
memoria, permanecerá dúctil en mi ser, empujándola al por venir y por todas aquellas personas que
injustamente perdieron ante un dictador.
Muchas gracias por tus
palabras, las comparto. Las empujo y no las olvido.
Alejandro Lemos
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