A veces tengo cierta dificultad para dormir.
Me despierto en la noche, y en esa inmensa tranquilidad me mira Teodoro, con esos ojos que me indagan, y parecieran que saben lo que me pasa.
En ese instante del despertar en la madrugada, están flotando, casi como si las supiera, unas palabritas desvalidas listas para escribirlas.
A medida que voy tomando conciencia, las palabritas se esfuman en letras, sílabas inconexas, una tilde perdida, una puntuación olvidada.
Todo desaparece tan rápido que no llego a levantarme como para tener una respuesta, todo se suprime al intentar encender la computadora.
Teodoro lo sabe, el lo sabe perfectamente y como un amigo de mi noche, me acompaña muy cerca en la frustración.
En el desvelo, con la computadora encendida y las palabritas desvanecidas, Teodoro me mira con esa inequívoca expresión y en un corto maullido me dice: ¡Vamos a dormir!
Alejandro Nevio Lemos
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